Esta bodega boutique surge de la reconversión de un antiguo secadero de tabaco en el valle templado de Jujuy, en una zona menos habitual para la vitivinicultura argentina. El lugar propone una mirada distinta a los vinos del norte, en altitudes moderadas, suelos propios del valle y una orientación hacia vinos jóvenes, frescos, amigables para el consumo cotidiano y pensados para acompañar gastronomía.

Su producción es limitada (capacidad de unos 20.000 litros al año) y su estilo es directo, sin paso excesivo por madera, con perfiles frutados y buena acidez. Más que solo elaborar vino, la bodega apuesta también por el turismo vinculado: visitas, degustaciones, experiencias en torno al paisaje, la historia familiar y la viticultura de los valles templados jujeños.